Descubriendo Tailandia: El Arte del Bordado, los tintes naturales y el tejido de algodón en telares antiguos

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Explorando el Pasado para Iluminar el Presente La costura no es solo una técnica, es una filosofía. Es el placer de lo auténtico, la búsqueda de lo que tiene alma y sentido. En el estudio de Verónica Gutgar no solo e crean prendas día a día, sino que se transmiten valores. Cada hilo es un […]

Explorando el Pasado para Iluminar el Presente

La costura no es solo una técnica, es una filosofía. Es el placer de lo auténtico, la búsqueda de lo que tiene alma y sentido. En el estudio de Verónica Gutgar no solo se crean prendas día a día, sino que se transmiten valores. Cada hilo es un lazo con el pasado y una promesa para el futuro.

El pasado noviembre, Verónica se embarcó en una de esas búsquedas. Recorrió Tailandia, explorando técnicas ancestrales que resisten al paso del tiempo. Allí, entre tintes naturales y tejidos elaborados a mano, descubrió el alma de un oficio que, lejos de desaparecer, sigue vivo en las manos de quienes lo practican con devoción.

Distrito Mae Rim, Chang mai, Tailandia.

Verónica, que fue armada con una simple maleta y el corazón bien abierto, dio su primer paso hacia la ciudad de Chang Mai, el cual vino acompañado del delicioso olor a jazmín y madera de sándalo, mezclado con el dulzor del coco y las especias de los puestos callejeros.

Siguiéndola, vemos cómo se adentra en uno de los lugares más emblemáticos de las afueras de la ciudad: el Jardín Botánico Reina Sirikit, ubicado en las colinas de Mae Rim. Ahí, senderos serpenteantes la llevan a través de invernaderos repletos de orquídeas exóticas, helechos milenarios y jengibres aromáticos, hasta llegar al Canopy Walkway, una pasarela de cristal suspendida en lo alto de los árboles, que ofrece vistas espectaculares del bosque nuboso. 

Jardín botánico: Reina Sirikit
Jardín botánico: Reina Sirikit
Jardín botánico: Reina Sirikit

Para Verónica, la conexión entre cuerpo, mente y espíritu se manifiesta en el uso de las plantas sanadoras, y en aquel jardín, rodeada de ellas, respiró el respeto de una práctica atávica que sigue vigente en estas culturas tras cientos de siglos a través de infusiones, ungüentos y rituales pues, Chiang Mai, con su profundo vínculo con la naturaleza y las tradiciones ancestrales, sigue siendo un centro de sanación holística donde las plantas medicinales desempeñan un papel esencial.

Unos días más tarde, Verónica supo que había llegado el momento de cumplir el propósito que la había llevado hasta allí. Sabía que debía encontrar, sin falta, a los pueblos que custodian el origen de su oficio.

Y así fue, con una guía confeccionada a medida encontró a Matt, un conductor acostumbrado a seguir rutas establecidas, pero que decidió desviarse de su camino habitual para acompañarla en esta especial búsqueda. Juntos se adentraron en los rincones más recónditos de Tailandia, recorriendo caminos poco transitados, más allá de lo conocido, en busca de aquellas comunidades que aún conservan el arte ancestral de los tejidos y los tintes naturales, en lugares donde ni siquiera los locales suelen aventurarse. Ahí comenzaría el verdadero encuentro de Verónica con la esencia de su arte.

Tras preguntar incansablemente y recorrer caminos perdidos, Verónica finalmente encontró a la Señora Zuag, una guardiana del arte textil que compartió la técnica del bordado Hmong, originario de una de las comunidades más antiguas de Chiang Mai. Este bordado se distingue por sus motivos geométricos, donde cada forma protege a su portador y lo marca como un ser abundante en esta tierra. Entre algodones orgánicos, tejidos en telares antiguos y confeccionados a mano, Verónica fue testigo de la creación de piezas únicas de una calidad y dedicación exquisitas, transmitidas de generación en generación.

De manera similar, la etnia Karen, a la cual también tuvo el privilegio de hallar, conserva en sus tejidos un profundo significado ancestral.

Su icónica espina Karen, es un motivo que recorre sus bordados en patrones repetitivos, simbolizando la fortaleza y la conexión con sus raíces. Un diseño, tejido con hilos vibrantes sobre algodón hilado a mano que no solo embellece la prenda, sino que actúa como un amuleto protector, al igual que los intrincados símbolos Hmong. 

Ambas comunidades han logrado preservar su arte textil como un lenguaje vivo, donde cada puntada cuenta una historia de resistencia, identidad y tradición que es necesario poner en alza. 

Después de esta experiencia enriquecedora, Verónica se embarcó en una nueva etapa de su camino, decidida a explorar la preservación de los tintes naturales. En su viaje por carretera en el norte de Tailandia, se topó con la etnia Thai Yuan y conoció a Kum Somchai y Kum Porntip, que le explicaron como ellos extraen colores de las montañas, la selva tropical y su entorno para, más adelante, cultivar su propio algodón y tratarlo manualmente hasta convertirlo en un tejido ya tintado.

Cada puntada, cada tejido y cada color cuentan una historia, y en el taller de Verónica Gutgar continuaremos honrando estas tradiciones, fusionando el saber ancestral con la innovación contemporánea. Porque la moda no es solo estética, es un reflejo de valores, de identidad y de respeto por lo que realmente tiene alma y sentido.

-Escrito por Belén Giménez Rodríguez

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