Cuando uno abre la puerta del estudio de alta moda de Verónica Gutgar, situado en el centro de Alicante, se siente inmediatamente sumergido por el aroma del incienso y del ámbar, y por ese perfume tan particular de los tejidos crudos, apenas procesados, cuidadosamente guardados.
Un pasillo blanco nos lleva a seguir caminando, dos, tres metros, pasando al lado de cuatro máquinas antiguas de coser, lacadas en blanco, y colocadas como decoración depurada sobre atriles en la pared.
A medida que avanzamos, descubrimos el mundo de esta diseñadora de Alta Costura, lleno de detalles y particularidades que reflejan el espíritu de la marca y de su creadora.
Llegamos a una amplia habitación luminosa, con muros blancos. En la pared de enfrente, las dos puertas correderas, casi siempre abiertas, dan a un balcón lleno de plantas verdes, y en telón de fondo, el ruido de los coches que transitan por la gran Avenida, a unos minutos del puerto.
Donde tengamos nuestra mirada, podemos ver jirones colocados en tableros de corcho, velas, y bobinas de hilos, al lado de los bocetos de sus propios diseños y medidas.
Y luego, por supuesto, están los colores. Se podría esperar a ver una profusión de estampados y tonos contrastados, pero en realidad los tejidos son ordenados por color, almacenados. La pureza del estudio, claramente, ayuda a Verónica a ver con claridad con qué trabaja. Encuentra la armonía dentro del orden.
En el centro de este panorama depurado, está trabajando cada día Verónica sobre una gran mesa de trabajo de hierro natural, hecha a medida. Gira alrededor de esa mesa, por un lado y otro de un largo papel blanco, un patronaje hecho a mano para un vestido de novia, para una madrina o cualquier invitada a una boda o evento especial.
Pronto, las líneas del boceto cobrarán vida, después de algunas citas, pruebas, y retoques para hacer de este vestido la pieza más importante y significativa, tanto para la novia como para Verónica.
Del altavoz, suenan músicas de épocas y orígenes varios en la atmósfera calma y personal del estudio, que expresan sus inspiraciones, tales como What Am I To You? (Norah Jones), Beso (Jósean Log), Perfect Day (Lou Reed), o Me Voy (Julieta Venegas). Detrás de ella, no se puede ignorar el maniquí, como si estuviera cuidando lo que su maestra imagina, poco a poco.
Rodeando la mesa central están los escritorios equipados con máquinas y tablas de planchar, un cuadro realizado con yeso y lino en relieve y diversas texturas, cuelga de la pared, y un sofá del siglo XVIII, restaurado y tapizado de nuevo con un tejido muy especial, de espigas asimétricas en lana y lino. Por todas partes, la fuerza bruta de los materiales y de los colores se mezclan sutilmente con la delicadeza y la pureza de sus creaciones.
Por la izquierda, llegamos al probador para las clientas. De nuevo, la personalidad de la diseñadora transpira de las paredes, del suelo al techo. Por un lado, una biblioteca con libros de desarrollo personal, biografías inspiradoras, y zapatos de tacón, y por otro, las diez piezas originales e icónicas de su primera colección de Alta Costura, “Singularidad”, ampliada por cuatro piezas más, diseñadas para desfiles. Una mezcla de tejidos rojos, blancos, crudos, de tul de seda, muselinas, sutiles brocados de algodón, así como pedrerías de cristales, canutillos bordados a mano, nacarados, etc.
No se puede dejar pasar el espejo que preside el espacio. Una puerta antigua de madera procedente de India, país donde la diseñadora alicantina pasó una parte importante de su vida.
“Una puerta que refleja la autenticidad de quien se mira.”
Entendemos fácilmente cómo ella quiere que sus clientas disfruten plenamente de la experiencia y se sumerjan en un universo relajado y calmante. En esta escena, resaltan la alfombra de lana redonda, a medida, y con un tacto gustoso para acariciar los pies de quien se prueba. A la izquierda del espejo, un sillón de terciopelo beige, de inspiración más moderna que contrasta de manera sublime, y sobre él, un pañuelo de seda estampado con la técnica artesanal del Eco Print o Estampación botánica, enmarcado en metacrilato, pone el broche a este rincón que comunica la pura esencia de Verónica. Todas estas piezas transmiten claramente la idea que ella tiene de un lugar original, su espacio, auténtico, hecho de piezas artesanales y heteroclitas.
Por fin, su despacho, donde el resto de la magia actúa. En una habitación aparte, se parece a un gabinete de curiosidades. Lo que salta a la vista es su escritorio en madera de color oscuro, de estética vintage y la luz natural pasando a través de las cortinas de lino, cobrándolo todo de un tono blanco. Se mezclan, de nuevo, libros, instrumentos de costura, y lápices, con anillos, piedras, y bocetos en varias carpetas.
Llaman a la puerta. Verónica lo deja todo para recibir con brazos abiertos a la persona que entra, la cual es acogida siempre como alguien cercano, con una sonrisa y ofreciéndole una taza de té matcha o café con leche de arroz. Verónica suele recibir la visita de clientas, así como de colaboradoras que le enseñan nuevas técnicas artesanales. Mientras hablan, ellas empiezan a coser, trenzar, tocar, cortar, compartir.
En su taller, Verónica estudia cada detalle, como si el sitio entero fuera un tejido virgen, donde va disponiendo perlas, cintas, y toques de colores, tejiendo así con precisión su visión propia de la belleza en su entorno.
Por la disposición de sus objetos personales, los colores que utiliza y su estilo, su estudio mismo se parece a una pieza artesanal hecha con cuidado, pericia, y sobre todo, con mucho Amor.