la transformación de telas
El pasado sábado, en la escuela Gutgar Experience, cinco mujeres fueron participes de una clase magistral de la mano de Conchi Menéndez, en su taller, las horas pasaban sigilosas mientras ellas estaban inmersas en el aprendizaje de esta técnica, donde la combinación de materiales naturales y trabajo artesanal transformaron una simple tela en una obra textil con carácter.
La base de este proceso, comienza con la elección del soporte: la tartalana o tafetán de algodón, tejido que por su estructura permite que la lana, protagonista principal de esta técnica, se adhiera perfectamente. Esta lana merina se la conocía como “Oro Blanco» por su suavidad y calidad excepcional en los siglos XV y XVI.


Para lograr la fusión perfecta, se coloca la fibra en una capa en cruz, asegurando una distribución homogénea que facilitará el proceso de unión.
El agua y la fricción son los verdaderos alquimistas de este proceso. Donde la humedad es clave para activar las fibras, y donde la ayuda de la mosquitera, que algunos evitan, resultó en un truco invaluable, que hizo que estas fibras se lograran mantener en su sitio mientras se retiraba el aire atrapado. El siguiente paso es el enrollado con palos, un ejercicio de paciencia y precisión. Se rueda la pieza 50 veces en una dirección y luego 50 en la contraria, permitiendo que la estructura se asiente y se refuerce.
Después, el agua caliente y el vinagre entran en juego: un baño que limpia los restos de jabón y sella las fibras.
Para finalizar, el centrifugado elimina el exceso de humedad y un buen planchado otorga la forma definitiva, fijando el carácter de la pieza y resaltando su textura única.